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El milagro de Santa Eufemia en el IV Concilio Ecuménico




Del Prólogo de Ohrid, de San Nikolaj Velimirovich:


A Santa Eufemia se la conmemora el 16 de septiembre, día en que fue martirizada. Hoy se conmemora el poder milagroso de sus honorables reliquias, que se manifestó en la época del Cuarto Concilio Ecuménico de Calcedonia. Este Concilio fue convocado durante el reinado del emperador Marciano y la emperatriz Pulqueria en el año 451, tras la muerte del emperador Teodosio el Joven. El motivo de la convocatoria de este Concilio fue la herejía de Dióscoro, patriarca de Alejandría, y de Eutiques, un archimandrita de Constantinopla que había difundido la falsa enseñanza de que en Cristo el Señor no hay dos naturalezas, la divina y la humana, sino sólo una naturaleza divina (herejía Monofisita, N. del E.). En este Concilio, las intervenciones más destacadas fueron las de Anatolio, patriarca de Constantinopla, y Juvenal, patriarca de Jerusalén. Como no se pudo llegar a una decisión tras los debates y testimonios de ambas partes, el patriarca Anatolio propuso que los ortodoxos y los herejes escribieran cada uno una confesión de fe, y que luego la colocaran en el ataúd donde yacían las reliquias de Santa Eufemia. Todos estuvieron de acuerdo. Por lo tanto, las dos confesiones de fe fueron escritas y colocadas sobre el pecho de la gran mártir. El féretro fue cerrado y sellado con el sello del emperador, y se ordenó a los soldados que lo vigilaran. Todos los miembros del Concilio pasaron entonces tres días en la oración y el ayuno. Cuando abrieron el ataúd al cuarto día, encontraron la confesión de fe ortodoxa en la mano derecha de la santa y la confesión de fe herética bajo sus pies. Así, por el poder de Dios, la disputa se decidió a favor de la Ortodoxia.

Durante el reinado del emperador Heraclio, las reliquias de Santa Eufemia fueron trasladadas de Calcedonia a Constantinopla, a la iglesia dedicada a ella cerca del Hipódromo. El emperador iconoclasta León el Isaurio ordenó que esas reliquias fueran arrojadas al mar, pero el féretro fue trasladado milagrosamente a la isla de Lemnos y fue colocado en la iglesia de la santa mártir Glicerina. Luego, durante el reinado de la emperatriz Irene, el ataúd con las reliquias de Santa Eufemia fue devuelto a Constantinopla, a su antiguo lugar. De tanto en tanto, la sangre ha brotado de esas reliquias, para ayudar a aquellos que están enfermos o en la miseria.

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