Epístola de Navidad de Su Eminencia Obispo Kirilo
Epístola de Navidad de Su Eminencia Kirilo,
Obispo de Buenos Aires, Sur y Centro América
y Administrador de la Metrópolis de Zagreb y Ljubljana
¡La Paz de Dios!
¡Cristo ha nacido! ¡En verdad ha nacido!
Feliz Fiesta de la Navidad de Cristo a todos los cristianos: a los ortodoxos que acogen con fe y esperanza el anuncio de la buena nueva y a aquellos cristianos que ya han celebrado la fiesta en sus comunidades; a todos juntos y a todo el pueblo de Dios, un feliz año nuevo y abundancia de bendiciones de Dios en el 2025.
La fiesta de la Natividad de Cristo no es solo una simple información, solo una de muchas que nos inundan diariamente durante todo el año. La Navidad tampoco puede reducirse únicamente a anuncios grandilocuentes y mensajes de marketing a los que estamos muy expuestos en las semanas previas a su celebración. La historia de la Navidad tampoco es simplemente un recuerdo de los acontecimientos de la antigüedad. Para los cristianos, para los ortodoxos, la Navidad es el misterio, la expresión y el testimonio más profundo del amor de Dios por los hombres. Amor que está presente y se da por la fe en todo tiempo y espacio. El nacimiento de cada niño no es sólo una alegría sino también un misterio. El nacimiento del Niño-Dios es, por tanto, un misterio por encima de los misterios, cuyo significado sólo se revela por la fe y un corazón puro. Para nuestra salvación era necesario que Dios se hiciera hombre, fuera uno de nosotros. Nuestra salvación no podía ser realizada por un superhéroe con superpoderes, sino exclusivamente por Dios que se revela y se da al hombre. Y la encarnación es precisamente la revelación de Dios al hombre en la forma más perfecta. Por eso el apóstol Juan escribió sobre esto: “A Dios nadie le ha visto jamás; El Hijo Unigénito que está en el seno del Padre, Él lo ha dado a conocer” (Jn 1,18), Él Lo manifestó al escenario de la vida. El Niño de Belén es la revelación de Dios, pero también la revelación de un hombre perfecto, y luego también una llamada a nosotros de cómo debemos ser. Dios se hace hombre para que el hombre se convierta en dios por gracia. El Hijo de Dios se hace Hijo del hombre, se hace Dios-Hombre para dejar el mensaje de que Él habita en cada hombre. Entender que cada vez que hablamos entre nosotros, en realidad estamos hablando con Dios. Siempre que hacemos el bien al hombre, también le hacemos el bien a Dios. Siempre que le hacemos mal a alguien, le hacemos mal a Dios. Él se convierte en Dios-Hombre para establecer un nuevo orden en el mundo, una nueva forma de ser, basada en el amor. La Navidad es una oportunidad única para darnos cuenta de que todos somos hijos del mismo Padre, lo que significa que somos hermanos y hermanas, los más cercanos unos a otros. Esto se vuelve claro para nosotros cuando Cristo realmente habita en nuestro corazón. Entonces se abolirán todas nuestras fronteras y se borrarán todas las restricciones. No existe ningún hombre inaceptable para un hombre así. Porque Dios está presente en cada uno de nosotros.
Debemos ser conscientes de esto en nuestra época: una época de disturbios y guerras, malentendidos y conflictos, una época de amenazas de destrucción y represión general. En tiempos de intimidación general y de mantenimiento de una atmósfera de miedo, debemos preservar la paz y la dignidad, esforzándonos con el ejemplo y vida personales, por construir la paz y la buena voluntad, agradeciendo al Hijo de Dios por todas las cosas buenas que nos han hecho. Exactamente como nos enseña el Evangelio y la enseñanza de los Santos Padres: "¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz; buena voluntad entre los hombres!" (Lucas 2:14)
Por eso, pueblo de Dios, alegrémonos en estos días en que Dios desciende a la tierra. Abramos nuestro corazón, liberando espacio para que la gracia de Dios obre y suplique a través de nosotros al mundo "La Luz de la sabiduría" (Tropario de Navidad). Alegrémonos porque hoy el cielo abraza a la tierra. Alegrémonos porque nuestra alegría y nuestros brazos extendidos para un abrazo fraterno a cada persona, (principalmente a la que sufre, a la que está enferma y sola, a la que está desterrada de su patria) son la única respuesta auténtica al misterio del amor de Dios para el hombre, el cual se abre ante nosotros.
¡La Paz de Dios!
¡Cristo ha nacido! ¡En verdad ha nacido!
Que el nuevo año 2025 del Señor esté colmado de la paz de Dios.
Obispo Kirilo