Epístola de Navidad de Su Santidad Patriarca de Serbia PORFIRIJE
La Iglesia Ortodoxa Serbia a sus hijos espirituales
en la Navidad, año 2022
+PORFIRIJE
Por la gracia de Dios
Arzobispo Ortodoxo de Pec, Metropolita de Belgrado-Karlovac y Patriarca serbio,
con todos los Jerarcas de la Iglesia Ortodoxa Serbia,
a los sacerdotes, monjes y todos los hijos e hijas de nuestra Santa Iglesia:
gracia, misericordia y paz de Dios Padre, de nuestro Señor Jesucristo
y del Espíritu Santo,
con el todo-alegre saludo de Navidad:
¡LA PAZ DE DIOS! – ¡CRISTO HA NACIDO!
“Porque un Niño nos ha nacido, un Hijo nos ha sido dado,
y la soberanía reposará sobre sus hombros;
y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Poderoso,
Padre Eterno, Príncipe de Paz” (Isaías 9:6)
Queridos hijos espirituales nuestros,
¡Regocijémonos en esta gran y maravillosa fiesta de la Navidad de nuestro Señor, Dios y Salvador Jesucristo, con la cual se hizo real la salvación del mundo y del hombre! Unámonos a los ángeles en el canto: "¡Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz, buena voluntad entre los hombres!" (Lucas 2, 14) ¡Los rayos de la gloria del Señor nos revelaron la cueva que se convirtió en la fuente del Camino, la Verdad y la Vida para el mundo! ¡Alegrémonos con toda la creación, exclamando un cántico nuevo, porque el Grande y muy Alabado, Señor sobre todo, se hizo un pequeño Niño! ¡Alegrémonos y, como los pastores en aquella noche luminosa, más luminosa que el día, abracemos a Aquel que ha hecho descender el cielo al pesebre! ¡Celebremos y, siguiendo a los sabios de Oriente, prediquemos sin miedo la Estrella brillante que ahuyentó las tinieblas de la muerte y nos llevó a la Luz eterna y al Sentido eterno!
El misterio de la Navidad está en la infinita humildad del Eterno que nació como Niño y nos permitió tocarlo, y casi, según la audaz idea de Herodes, herirlo. Pero, sin importarle las debilidades humanas, el Hijo de Dios espera nuestro amor y nos hace capaces de abrazarlo. Así, en Navidad, estamos llamados a ser partícipes de su crecimiento en este mundo para que crezcamos a la medida del crecimiento de la plenitud de Cristo (Ef. 4, 13). En esta conexión divino-humana, adoptamos las virtudes del Evangelio, los valores eternos que el Hijo de Dios trae a la Tierra.
Viviendo según los mandamientos del Señor, al amparo de la santa Iglesia, comenzamos a ver con Sus ojos, a respirar con Sus pulmones y a pensar con Su mente. De esta manera, adoptamos gradualmente la mente de Cristo, el ethos evangélico, los valores eternos, convirtiéndonos en personas renacidas, ciudadanos del Reino de los Cielos y miembros de la Casa de Dios.
Hermanos y hermanas, si elegimos dejarnos moldear por el Misterio del amor y de la humildad, manifestado en el Acontecimiento de la Navidad de Cristo, todo lo que nos rodea también será transformado. Si la medida de todos los valores pasa a ser el Divino Niño que yace arropado en el pesebre, escucharemos la misma voz fortalecedora del ángel que consoló a los pastores en la primera noche de Navidad: “¡No tengáis miedo! Porque he aquí os anuncio un gran gozo que será para todo el pueblo. Porque hoy os ha nacido el Salvador, El cual es Cristo el Señor” (Lc 2, 10-12). Este aliento angélico eterno e imperecedero, con su mensaje de gracia y poder, transforma al mundo desgarrado por el sufrimiento y la confusión, en un lugar de paz y alegría navideña. Para que esta paz que se nos ha dado se haga activa en nuestro tiempo y en nuestra vida, debemos esforzarnos todo lo posible por ella, no sólo debemos aceptarla sino también hacer de ella el contenido esencial de nuestra vida.
Las guerras fratricidas y destructivas, que aún siembran la muerte por todo el planeta Tierra, demuestran que la verdadera paz no es simplemente la ausencia de conflicto armado, sino el fruto del sacrificio abnegado que el mismo Señor sembró entre los hombres y selló con Su Encarnación. La Paz de Dios se nos revela en la Persona divina y humana de Cristo, llama a la puerta de nuestra libertad y nos invita a llevarla a nuestros hogares y escuelas, a nuestros lugares de trabajo, escondites, trincheras, a nuestras vidas. Nos invita a unirnos a todos los que comparten con nosotros el mismo ethos o sistema de valores eterno, sagrado e inmutable, es decir aquello que amamos y que somos, aquello en lo que creemos y que sabemos. De esta manera reconoceremos al Niño Dios también en nuestro prójimo y podremos así darle a ellos el oro de la alegría de la vida, la mirra del amor sincero y el incienso de la verdadera humildad.
Queridos hijos espirituales, la Natividad de Cristo siempre ha sido venerada por todos como fiesta familiar, fiesta del hogar y de su calor. Por eso es necesario en la noche del Badnjak o Nochebuena, en vísperas de la gozosa Fiesta, que recibamos al Niño Dios, Quien es el Pre-Eterno Dios y Niño que nos ha nacido, en un ambiente doméstico que, con el Badnjak o árbol de roble, la paja esparcida y todo lo demás, nos recuerda la modesta cueva en la que Él, el Más humilde entre los humildes, nació, se arropó y se acostó en el más vulgar pesebre. Y no que se celebre en las calles y plazas de una manera cercana a lo pagano en un ambiente próximo a la embriaguez.
Así como los poderosos de entonces perseguían y querían destruir al Niño Dios, de la misma manera sus herederos hoy alzan la voz contra la familia fundada en valores cristianos. La respuesta de la Iglesia a esta agresión pública y permanente no puede ser otra que evangélica, apostólica y navideña. Esto significa que la Iglesia se mantiene firme en sus convicciones eternas e inmutables, guardando los límites de la Ley aprobada por Dios, sin imponer sus valores a nadie, pero, al mismo tiempo, sin desviarse de ellos ni un ápice. No sometemos a nuestro juicio humano a ninguna persona bajo el sol, ni lanzamos piedras espirituales a quienes no comparten nuestra fe, pero nos negamos resueltamente a equiparar cualquier elección libre pero equivocada de quien sea, con nuestra libertad y la responsabilidad que ella conlleva.
Para que en una sociedad profundamente herida los niños puedan resistir la avalancha de llamados a la violencia en las escuelas, en las redes sociales, en los estadios y en los pabellones deportivos, ellos deben ser criados en un ambiente familiar sano, forjado por el amor, no por el odio y la agresión. La aparición de comportamientos violentos y destructivos en nuestras escuelas va acompañada de los ya mencionados inadmisibles esfuerzos por imponer enseñanzas, ideologías, prácticas y costumbres a todo el sistema educativo, desde los jardines de infancia hasta las universidades, que son completamente contrarios al código de ética cristiano y la vida agradable a Dios no solo de nosotros los serbios ortodoxos, sino también de todos aquellos con quienes compartimos nuestro espacio de vida.
En los días de alegría navideña, paz y calor familiar, aquellos entre los que arde el fuego de la guerra están en nuestras oraciones, y en primer lugar los hermanos y hermanas de la misma fe de Ucrania y Rusia. Miramos con tristeza los conflictos bélicos y las víctimas, en los que participan diversos actores, pública o secretamente. Las consecuencias del trágico conflicto fratricida ruso-ucraniano, alimentado diariamente desde el exterior, son terribles, y la conflagración de la guerra, como nunca antes, amenaza al mundo entero. Por eso, nos dirigimos al Niño Dios Cristo con una oración particularmente ferviente, y con un sincero llamado fraterno a todos los participantes directos e indirectos en la guerra, a encontrar la fuerza dentro de sí mismos, para que el sufrimiento termine, los refugiados regresen a sus ciudades y aldeas, sus hogares sean restaurados y la paz regrese a las áreas afectadas por el fuego de guerra.
Desde mediados de este año en nuestra tierra prometida, Kosovo y Metohija, nuestros vecinos de antaño han estado lanzando ultimátum y provocaciones, sembrando el terror y amenazando continuamente a los serbios remanentes y desprotegidos, con la persecución y crueldad, ante un silencio ominoso o, nos parece, con el apoyo tácito de algunos países poderosos. Recordamos a todas las autoridades competentes, que los derechos humanos y las libertades universales de las que disfrutan los albaneses y todas las personas del mundo, también deben aplicarse a los serbios de Kosovo y Metohija. La seguridad personal, la seguridad de la propiedad y la libertad de movimiento, libertad del trabajo y de la educación de los niños, pertenecen a todos por igual y como tales deben ser inviolables.
Inclinándonos ante la Navidad de Cristo, oramos para que el amor, la comprensión, la buena voluntad navideña y la paz que sobrepasa todo entendimiento (Fil. 4, 7) reinen en nosotros, pero también en todos aquellos con quienes compartimos el espacio y el tiempo de la vida y en todos los pueblos del mundo. Movidos por la alegría festiva de la Navidad, con especial preocupación y responsabilidad archipastoral, les decimos a todos nuestros hermanos y hermanas, serbios ortodoxos, dondequiera que vivan, y a todos nuestros fieles de distintas nacionalidades, que la Madre Iglesia está siempre con ustedes y los llama a estar atentos a escuchar y practicar el Evangelio de Cristo, y de esta manera estar listos para anunciar, sin caer en silencio, la buena nueva de la paz y el amor a cada persona y al mundo entero.
Felicitándolos por la Navidad y el Año Nuevo 2023 de la bondad de Dios, les deseamos todo el bien verdadero y la alegría inalienable del Niño Dios Cristo, con el todo-alegre saludo navideño:
La Paz de Dios - ¡Cristo ha nacido!
Dado en el Patriarcado Serbio en Belgrado, en la Navidad del año 2022
Vuestros orantes ante el Divino Niño Cristo:
Arzobispo de Pec, Metropolita de Belgrado-Karlovac
y Patriarca Serbio PORFIRIJE junto con todos los demás Obispos de la Iglesia Ortodoxa Serbia
Traducción de la Diócesis de Buenos Aires, Sur y Centro América de la Iglesia Ortodoxa Serbia
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