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Homilía del Metropolita Pablo de Alepo para el Domingo de San Gregorio Palamás



Comparto algunos pasajes de esta hermosa homilía (luego la comparto completa) escrita para el Domingo de San Gregorio Palamas, por el Arzobispo Pablo de Alepo (Siria) de la Iglesia Ortodoxa Antioquena, quien en el 2013 fue secuestrado por el ISIS y todavía no se sabe nada de él.


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El pecado entre la mirada de San Gregorio Palamás y una mirada racional

“Hijo, tus pecados te son perdonados”

Homilía de Monseñor Pablo Yazigi, Arzobispo de Alepo


Algunos judíos trajeron un paralítico a Jesús pidiéndole que lo curara. En lugar de curar lo más visible, es decir la enfermedad, Jesús dijo al paralítico: “Tus pecados te son perdonados”. Los judíos se sorprendieron debido al concepto que tenían sobre el pecado. Y por eso esta cuestión, la del pecado, merece que analicemos cuál es nuestro concepto y consideración al respecto, recordando que la Iglesia conmemora, en este domingo, a San Gregorio Palamás, quien enfrentó en el siglo XIV el peligro que representaba el racionalismo de Barlaam de Calabria en Sicilia, una controversia sobre cómo relacionarse con Dios, cuál es la esencia de la adoración, la vida con Dios y el camino hacia Él.

Considerando las amenazas contra nuestra fe, observamos que, tal vez, la fórmula del ateísmo de antaño era la negación de la existencia de Dios. En cambio, el ateísmo contemporáneo trata de sustituir esta fe, falsificándola y corrompiendo su naturaleza. La amenaza actual sobre la fe no proviene más de factores ideológicos o presiones externas sino que se trata de cuán puras y auténticas son la fe y la vida cristiana en nuestro fuero interno. El ser humano se pregunta hoy, en forma racional, ¿por qué la religión considera ciertos actos y acciones como “pecado”? Pues, el pecado le parece ser algo útil personalmente, adecuado o conveniente y satisface a sus deseos sin perjudicar a nadie o afectarlo, y tal vez parece a menudo ser útil a los demás también.

La mayoría hoy analiza el concepto de pecado en forma racional. Si tuviéramos que analizar las acciones y los comportamientos más importantes y delicados, bajo la luz de la definición que el ser humano da hoy al pecado, nos encontraremos con que sustituyen el soborno por la habilidad, mezclan a veces el amor con el adulterio, convierten el servicio en explotación, compensan la caridad con el interés, y definen la felicidad con el bienestar o el descanso, etc. Y, al analizar estos conceptos racionalmente, llegamos a la conclusión de que todo lo anterior es correcto.

Racionalmente, nos equivocamos al definir al pecado como transgresión del mandamiento divino. Se entiende, pues, que la víctima en este asunto es Dios, quien, en base a Su justicia y tal vez a “su egoísmo” y dignidad, nos reclama Sus derechos. El pecado, desde una mirada cristiana práctica, tal como lo define San Gregorio Palamás, es rechazar a Dios como padre, rechazar el amor paterno, es decir rechazar la gracia divina, y vivir en un aislamiento racional. Lo que entristeció al padre del “hijo pródigo” fue la partida de su hijo. El hijo hirió a su padre al privarlo de su presencia como hijo. Así es que este pecado no se perdona sino con su regreso. El amor divino derramado hizo que Dios - por decirlo así – fuera vulnerable a la ofensa. El pecado es rechazar la luz y amar la oscuridad, al momento que la luz vino a nosotros. El pecado del hijo siempre está en que solamente piensa solo. El mayor insulto al padre es hacer omisión de su amor. Podemos vivir racionalmente y determinar nuestro destino con nuestra mente. Pero, también podemos vivir con Dios por la fe. Sólo entonces daremos a este padre su derecho. Adán no erró esencialmente en nada, sino en que quería vivir, pensar, planificar por sí mismo, sin Dios. Aislarse de Dios también significa mantenerlo a un lado. ¿Acaso no es esto el verdadero ateísmo, y esto pues es el pecado entre padres e hijos, entre nosotros y Dios? El pecado, en definitiva, es vivir pretendiendo que somos hijos, mientras que el amor del Padre no está en nosotros. La vida con Dios no significa sólo una mera confesión de que Él existe, ni un mero conocimiento de tantas cosas sobre su existencia. La vida con Dios significa alegrarnos de nuestras vidas con Él, o en otras palabras, que Dios sea nuestra felicidad.

Dios nos exhorta a amarlo, porque Él sabe que vivimos sólo por Él. Desde el punto de vista de la fe ortodoxa, el hombre no vive sino sólo con el maná celestial, es decir con la gracia divina. El hombre no vive de pan, sino de la gracia y de la palabra divina que sale de la boca de Dios. Cada suero, que no sea la gracia divina, que demos al hombre paralítico de hoy, es un suero mortal y corrupto porque no vivifica. Sobre esta base, definimos el pecado como “pérdida”, pues rechazamos la gracia que nos ha sido dada y vivimos con las limitaciones de la mente. El pecado es decir no al amor divino derramado sobre nosotros y en nosotros, mantenernos dentro de los límites del cuerpo y vivir como “seres humanos”, mientras que la gracia divina está derramada llamándonos para que vivamos como“dioses”. A partir de esta visión del pecado, nos damos cuenta de por qué Cristo quería perdonar al paralítico sus pecados antes de sanar sus miembros paralizados. En base a la sola mirada racional, podemos preguntarnos cuáles son las razones para ayunar, y si es una tortura para el cuerpo, o cuáles son las razones para rezar, y si la oración parecer ser una idiotez. Pero si estamos buscando la gracia divina, la pregunta se plantea al revés: ¿Por qué no ayunamos, no rezamos y no permanecemos en vigilia?

¿Usted cree? Esta es la aventura de fe, más bien, es su certeza, al despegar y navegar dependiendo del viento de la gracia y no de las fuerza de nuestros brazos. Toda creencia tiene sus dimensiones, y la racionalidad tiene sus límites que no exceden el marco corporal, humano y secular. Mientras que las dimensiones de la fe son otras, pues se abren a la gracia divina y deificadora, y nos conduce por el Espíritu al paraíso de los santos. Vivir con Dios no está definido por el conocimiento teórico, pues Dios no es un objeto de investigación, sino de conocimiento en base a la experiencia personal.

Este es el grito de San Gregorio Palamás hoy: que desafiemos la racionalidad buscando la Gracia, y eso a través del ayuno, la vigilia y las oraciones, elevándonos encima del mundo de la racionalidad terrena limitada. Y como “el justo vive por la fe”, entonces cuando recibimos la gracia divina por la pureza, entendemos y merecemos las palabras de Cristo: “Hijo, tus pecados te son perdonados, y no caiga más en el pecado ya que está curado”. Amén.




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